Ramona

¿Sueñan las moscas con búfalos eléctricos?

Tengo una gata a la que le debo la vida, pues me salvó de morir aplastado por una estampida de búfalos en un acantilado en Arizona. Pero no quiero aburrir con esa historia.

De lo que quiero hablar es de lo asombrado que me tiene esta criatura inquietante, que por algún motivo parece odiarme (no así a mi pareja, a quien despierta ronroneando cada mañana con la ternura de Bambi), aunque yo le haya permitido vivir bajo mi techo, dormir en mi cama y tomarse mi cerveza.

La bicha es puro instinto y observación. La veo seguir una mosca con ese enfoque felino envidiable. Pueden pasar varios minutos en los que solo mueve su cabeza mecánicamente intentando no perder de vista a su objetivo. Verla analizar a su presa, me pone también a mí en un estado de observación particular. Está dibujando un trazado invisible en el aire, comprendiendo sus azarosas rutas. Hasta que en el momento oportuno, aquel que le dicta nada más que su intuición, se yergue rápidamente sobre sus patas traseras, extiende las delanteras, y la atrapa, con esas manitos/almohadillas que rara vez me deja tocar. Ni siquiera necesitó saltar. Fue un movimiento natural, incluso suave. Y ahora sí, al fin, se dispone a disfrutar de ese bocado, que alguna vez fue volador, pero que ya no.

¿A qué venía con todo esto? Ah sí, mi gata se llama Ramona, en honor a una banda.

Esta.

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