«Ayer vi una película de una monja adicta a la heroína.» ¿Cómo resistirse a una sinopsis tan contundente? No se puede. Ahora tenés que verla.

Se trata de la tercera película de Almodóvar, una comedia negra exquisita, dotada de un humor transgresor, que aún si fuese filmada hoy (es de 1983) provocaría y ofendería a más de uno. 🥂

La trama transcurre en el convento de las «Redentoras Humilladas» que se dedica a dar asilo a mujeres desamparadas y caídas en desgracia.

El elenco está conformado en su mayoría por mujeres (y sí, es una película de monjas), muchas de ellas figuras permanentes de la plantilla almodovariana (Carmen Maura, Julieta Serrano, y hasta una joven Cecilia Roth quien ya empezaba a tener sus primeras apariciones en el cine de Pedro), algo a lo que el director nos iría acostumbrando con el correr del tiempo, y de sus películas, que en su mayor parte superarían fácilmente el Test de Bechdel.

Resumiendo: una bailarina de cabaret a quien «se le muere» su novio en circunstancias dudosas, a causa de una sobredosis de heroína, busca refugio en el convento. Aquí es recibida por la Madre Superiora, una monja con gran afición por el consumo de heroína y cocaína («no me gustan las drogas blandas» le dirá a su dealer cuando ésta le ofrece un poco de marihuana), y otras cuatro monjas, cada una de ellas con vicios varios y comportamientos impuros, que las alejan un poco más de Dios, y las acercan a nosotros, los pecadores espectadores.

Admito que nunca fui muy seguidor de Almodóvar, pero esta película me sorprendió de muy buena manera, pues no esperaba encontrar tanta irreverencia y delirio juntos, y me despertó el interés por seguir explorando su obra un poco más.

Muy recomendada, para ver un domingo, antes (o en vez) de ir a misa.

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